Terminado el concierto, estoy con Jim charlando un rato en los camarines. Le digo que tengo intención de viajar a Nueva York para tomar clases con él, a lo que me responde que ya no estaba tomando alumnos, ya que entre viajes y demás ocupaciones no tenía tiempo suficiente. “Pero si querés podemos juntarnos a tocar”, agrega.
Consideré que esto era una manera amable de no dejar el asunto en una simple negativa, pero saca una lapicera y busca un papel. Anota entonces su número de teléfono, e incluso la dirección de su casa, y me repite “listo, cuando quieras nos juntamos”.
No pudiendo conseguir la visa para ir a Estados Unidos, casi un año más tarde lo llamo desde Buenos Aires. Me dice “Pedro, estás en Nueva York?” y le explico la situación. “Ah, no te hagas problema, no vale la pena venir para acá… el otro día tuve que reemplazar a Chucho Valdes en el Village Vanguard, porque no lo dejaron entrar” y -en chiste- agrega, “lo cual me parece bien, porque Chucho venía a dar un mensaje de paz y tolerancia, y eso claramente está en contra del gobierno actual”. Esos tiempos de Bush preocupaban mucho a Jim, y ya contaré más al respecto en una próxima anécdota.
Le digo a Jim que mi idea era viajar a Europa para asistir a varios conciertos de una gira que él tenía programada. “Qué bueno, Pedro, entonces dónde nos encontramos?”. “En Toulouse, si te parece bien”, le respondo. “Será hasta entonces!” dijo la voz de Jim mágicamente saliendo del teléfono de mi casa.
Que él me haya dado número de teléfono y dirección de su casa, para juntarse con alguien que acababa de conocer, es entonces la tercera parte de esta serie de anécdotas con Jim Hall.
(Ah, y después del concierto estuve en el cumpleaños de Dave Holland, pero eso ya es otra historia!)
Un abrazo!