En algún momento teníamos que hablar de la procastinación, esa extraña costumbre de dejar para mañana lo que podemos hacer hoy. Hace rato que quería explorar este tema, pero por alguna razón no lo hacía. Tenía que hacerlo, y también quería hacerlo, pero no lo hacía. No hacer lo que querés hacer… ¿te suena? ¿Te pasó alguna vez? ¡Bienvenido a la raza humana!
La procastinación (o “procrastinación”) es una falla en la naturaleza humana. Hasta que llegue el día en que podamos actualizar el firmware de nuestro cerebro (¿para cuándo, querida ciencia?) es un problema con el que tendremos que lidiar. Pitágoras decía que la felicidad es saber unir el principio con el final y esto, que suena tan sencillo, es muy difícil de lograr en la práctica. Darse cuenta de que lo que hacemos hoy lleva a lo que haremos mañana. Sentir, y no solo saber, que las causas y las consecuencias son indivisibles. Tomar conciencia de que la única manera de salir del bosque es a través del bosque.
Es importante distinguir entre dos tipos de procastinación. Una cosa es posponer sacarse una muela (los que me siguen en Facebook sabrán por qué pongo este ejemplo…) y otra cosa es que por alguna extraña razón no hacemos aquello que supuestamente amamos hacer (ya sea practicar la guitarra, leer ese libro que junta polvo en la biblioteca o saber que la ciudad de Venecia se hunde un milímetro por año y seguir posponiendo ese viaje soñado). Entonces hay una “procastinación de lo negativo”, que tiene que ver con posponer una obligación desagradable, y otra “procastinación de lo positivo” que, al separarnos de lo que amamos hacer, comienza a parecerse al autosabotaje. Es una palabra fuerte, lo sé –no me mires así—, pero nos pasa a todos.
La procastinación de algo que no disfrutamos (la procastinación de lo negativo) puede trabajarse al darnos premios a nosotros mismos, que en definitiva es asociar la acción negativa con algo que nos resulta positivo. Estas estrategias de automanipulación son muy efectivas, pero están basadas en algo que considero una parte bastante poco noble de nuestra humanidad: la idea de que puede suplirse la no-motivación intrínseca por la motivación extrínseca. Si hay algo que no querés hacer por motivación personal, quizás lo hagas por desear una recompensa. Ir a un empleo que odiamos pero que paga bien, hacer horas extra para permitirnos ese ansiado viaje o soportar la extracción de una muela con tal de no tener un dolor aún peor en el futuro. Esto da buenos resultados, aunque hay que hacerlo con cuidado; hay estudios sobre rendimiento laboral que dicen que los empleados que reciben inesperadamente un bono en efectivo terminan rindiendo menos que antes, por esto de reemplazar motivación intrínseca (que viene de dentro nuestro) por el correr detrás de esa zanahoria llamada dinero. Es por esto que algunas empresas modernas prefieren pagar un buen sueldo desde el primer momento, y que el bono no sea en efectivo sino brindando mejores condiciones de trabajo (flexibilidad horaria, excelentes condiciones de trabajo, actividades desafiantes y significativas, etc.). La revolucionaria idea de que merecemos disfrutar de lo que hacemos sin tener que estar preocupándonos por lo que lograremos a cambio de eso.
Pero, ¿cómo hacemos para evitar el otro tipo de procastinación? ¿por qué será que a veces nos cuesta dedicarle tiempo a lo que amamos? ¿qué es eso que nos da miedo?
Puede que a veces no estemos preparados para el éxito. Quizas nos sentimos cómodos con una imagen de nosotros mismos que no nos merecemos. Stephen King dice que “parar de hacer algo porque es difícil es una mala idea” y luego va de jaque a jaque mate con una frase tremenda: “El optimismo es una respuesta perfectamente legítima ante el fracaso”.
“Nuestros logros hablan por sí mismos. Tenemos que recordar nuestros fracasos, nuestros desánimos y nuestras dudas. Tendemos a olvidar las dificultades del pasado, los muchos comienzos fallidos y las dolorosas vacilaciones. Vemos nuestros logros pasados como el resultado final de un limpio impulso hacia adelante, y nuestras dificultades presentes como señales de decadencia y deterioro”
– Eric Hoffer (Reflexiones acerca de la Condición Humana)
Todo lo que queremos está del otro lado del miedo, y la única manera de cruzar ese miedo es reconocerlo para poder afrontarlo. No planteo tener la solución pero al menos me solidarizo con el problema, por lo que propongo explorar las distintas fases que transcurrimos al pasar desde la procastinación hasta la acción. Pero eso, amigas y amigos, tendrá que esperar a la próxima columna de “El Músico Invisible”. Pero no crean que lo estoy posponiendo, ¿eh?
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“El Músico Invisible” es una columna mensual acerca de la música, el arte y el hecho artístico. Aparece en la revista de Angostura VideoCable, llegando a una gran cantidad de hogares de la ciudad de Bariloche. Podés leer todas las entregas en https://www.pedrobellora.com.ar/como-docente/textos/el-musico-invisible/ .
Revisión de texto por Marta Carbonero, Valeria Italiani y Martina Gelardi.